LOS FRAILES MENDICANTES Y LA EVANGELIZACIÓN DE LA NUEVA ESPAÑA
APRENDIZAJE DE LAS LENGUAS NATIVAS. LA POLIGAMIA Y EL MATRIMONIO CRISTIANO. LOS JÓVENES, PRIMEROS INFORMANTES DE LA RELIGIÓN INDÍGENA Y LA CIVILIZACIÓN MESOAMERICANA. APORTE DE LOS ALUMNOS PARA DIFUNDIR LA RELIGIÓN CRISTIANA. ALGUNAS TAREAS DESEMPEÑADAS POR LOS MISIONEROS. LAS ESCUELAS CONVENTUALES Y EL INFLUJO DE LA EDUCACIÓN PREHISPÁNICA. LOS TEMAS DE ESTUDIO
A los principios, como hallamos que en su república antigua criaban los muchachos y las muchachas en los templos, y allí los disciplinaban y enseñaban la cultura de sus dioses, y la sujeción a su república, tomamos aquel estilo de criar a los muchachos en nuestras casas, y dormían en la casa que para ellos estaba edificada junto a la nuestra.
B. de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España.
Tres años después de la caída de la ciudad de México Tenochtitlan en 1521 y por gestiones del conquistador Hernán Cortés, llegaron a la Nueva España los primeros doce franciscanos a las órdenes de fray Martín de Valencia, en 1524. Aunque les habían precedido fray Juan de Tecto, fray Juan de Ayora y fray Pedro de Gante y dos más cuyos nombres se desconocen, y que habían iniciado sus primeros trabajos en la ciudad de Tezcoco, lo que se puede considerar propiamente como la evangelización organizada no dio comienzo hasta que todos juntos, después de intercambiar opiniones, se repartieron en una primera fase ocupando cuatro sitios, que fueron México, Tlaxcala, Huejotzingo y Tezcoco, por ser las tres últimas las provincias más importantes por su desarrollo religioso, económico, social y político alcanzado por sus moradores. En 1526 llegaron los dominicos y los agustinos en 1533.
La labor de los frailes mendicantes en la Nueva España se puede resumir en tres puntos fundamentales: cristianización, educación y civilización de los indios. Tan profundamente ligados estaban estos aspectos que resulta difícil separarlos. Sólo se podría cristianizar al indígena a base de convencerlo respecto a la bondad de la fe cristiana. Para que el indio comprendiera esto era necesario demostrárselo por medio de la razón, pero no podrían llegar a ello si no podían comunicarse con él.
En los primeros meses, los españoles creyeron que con destruir los edificios de las deidades y hacer pedazos las figuras de los ídolos era todo hecho. Mas descubrieron que ese aparente fervor de los indígenas no pasaba de la apariencia, pues era mayor el número de los que de noche se ayuntaban y llamaban y hacían fiestas al demonio con muchos y diversos ritos que tenían antiguos.1 Cientos de años de veneración a los dioses no podían olvidarse fácilmente. Por otra parte, los sacerdotes indígenas no eran gente común a la que podía convencérsele con facilidad; fueron, por el contrario, individuos bien educados tras largos años de estudio y sus creencias necesariamente habían arraigado profundamente. Esos sacerdotes, llamados demonios, alfaquíes, sátrapas y papas, también fueron los educadores, maestros y consejeros de los que dirigían el destino de los pueblos ¿Cómo podían entonces extirpar esas creencias si no podían argumentar en contra de ellas, si carecían de los medios para comunicarse con sus tercos feligreses? Con toda razón afirmó fray Toribio de Benavente, Motolinía, que no bastaban [poder y] saber humano para los destruir y destirpar, por los cuales era muy duro dejar lo de tanto tiempo acostumbrado y en lo que se había envejecido.2 Las raíces eran demasiado profundas para ser cortadas fácilmente; por lo tanto, si los frailes querían implantar la fe cristiana tenían que saber antes las lenguas mesoamericanas.
De esta manera, a poco de su llegada solicitaron la ayuda del conquistador Hernán Cortés, quien dio la orden a los caciques y señores indígenas para que ayudaran a los frailes a edificar los conventos que les eran necesarios. Allí establecerían sus escuelas, en las que recogerían a los hijos de la nobleza indígena, en tanto que los hijos de los plebeyos recibirían su educación en el exterior de los edificios, en el atrio, y, desde luego, sería menos avanzada. Por medio de sus alumnos aprenderían también el idioma náhuatl para entenderse entre sí.
APRENDIZAJE DE LAS LENGUAS NATIVAS
Para convertir y educar al indígena los evangelizadores tenían que comunicarse con él. La lengua según dijo Motolinía es menester para hablar, predicar, conversar, enseñar y administrar todos los sacramentos; y no menos el conocimiento de la gente.3 El autor hizo notar también la importancia de la lengua indígena más difundida y entre todas las de... la Nueva España, la de los nahuales o de náhuatl [porque] es como latín para entender las otras.4 Tan importante fue este aprendizaje que alguno de los primeros doce misioneros preguntó a fray Juan de Tecto: ...qué era lo que hacían y en qué entendían. A lo cual el fray Juan de Tecto respondió: aprendemos la teología que de todo punto ignoró S. Augustín, llamando teología a la lengua de los indios y dándoles a entender el provecho grande que de saber la lengua de los naturales se había de sacar.5
Mendieta dice que Al cabo de medio año que estos apostólicos varones habían llegado, fue servido el Señor de darles lengua para poder hablar y entenderse razonablemente con los indios. Los primeros que salieron con ella fueron fray Luis de Fuensalida y fray Francisco Jiménez.6
Es difícil que así haya sido, porque medio año es un tiempo increíblemente corto y la opinión de Mendieta poco fiable, pues fray Gerónimo arribó en 1554 a la Nueva España. En contra de esta afirmación están otras palabras de Motolinía, quien llegó en 1524 junto con once compañeros, más acordes con la realidad y de mayor crédito. Como dijimos páginas atrás, fray Toribio atestigua que durante los primeros dos años después de su llegada: poco salían los frailes del pueblo por saber poco de la lengua.7 Este periodo correspondería a 1525 y 1526 y durante él habrían aprendido lo suficiente para comunicarse con los pobladores, pues el mismo historiador asienta que la casa de Cuernavaca, que fue la quinta, se fundó el segundo año de su venida, o sea en 1526, y en el lugar bautizaron ya a muchos niños de la zona.8 El hecho importante es que se puede tomar 1526 como una de las fechas claves para el inicio organizado y consistente de la evangelización, pues hay otros datos que lo confirman. Así, por ejemplo, el primer matrimonio formal se celebró en Tezcoco el 14 de octubre de 1526, en la persona de don Hernando [de Pimentel], hermano del señor de dicha población, junto con otros siete jóvenes que se habían educado en el convento de Tezcoco.9
Como el matrimonio y el bautismo no se celebraba si los presuntos convertidos no sabían los fundamentos doctrinales, esto quiere decir que para casar a esos jóvenes los franciscanos ya hablaban el náhuatl y los habían adoctrinado. El autor confirma lo anterior dos párrafos adelante al escribir: pasaron tres ó cuatro años en que casi no se velaban, sino los que se criaban en la casa de Dios, ni señores ni principales, ni macehuales.10
Esto se debía a varias razones, entre ellas la poligamia practicada por los miembros de los estratos superiores de la sociedad. El asunto del matrimonio entre los indígenas preocupó bastante a los frailes, ya que no podían permanecer ante él con los brazos cruzados, además de que era un quebradero de cabeza porque no sabían si había existido una especie de ceremonia legal en las costumbres indígenas. Movido por tan arduo problema, Motolinía se dedicó a investigar en diversas regiones y en su obra dedica cinco largos capítulos en los que va desmenuzando paso a paso todo cuanto al asunto se refiere. Afortunadamente estamos en la posibilidad de fijar con cierta exactitud la época en que se iniciaron estas investigaciones. Según Torquemada, fray Toribio súpolo muy de raíz y averiguadamente, porque con los demás primeros religiosos de aquellos tiempos, trabajaron con grande solicitud para saber los grados en que contraían su contrato natural [de] matrimonio y para ver como debían proceder en el cristianísimo [sacramento].11
LA POLIGAMIA Y EL MATRIMONIO CRISTIANO
La costumbre de los señores indígenas de tener decenas de mujeres provocó la reacción de los frailes, quienes de inmediato se dedicaron a combatir la poligamia. Esto ocurrió en fecha muy temprana, tal vez desde 1526, y las investigaciones de Motolinía fueron fundamentales para ello.
Mendieta y Torquemada refieren que, a partir de l524, Hernán Cortés y tres o cuatro letrados se ayuntaron con los franciscanos para discutir qué podía hacerse con el fin de erradicar la poligamia acostumbrada por los gobernantes y señores principales, pero como faltaba la experiencia y la lengua de los indios... para hacer con ellos las averiguaciones que convenían no se resolvieron en cosa alguna.12
La situación continuó hasta que llegó a México el primero y buen obispo D. Fr. Juan de Zumárraga el año de veintiocho (1528) y de los alegatos surgió la opinión de que entre los indios no había casamiento. Sin embargo, los frailes que tenían experiencia de los indios... decían lo contrario, que los indios tenían legítimo matrimonio.13 A pesar de estos conocimientos no se les concedió atención. Incluso se pidió consejo a España y a Roma para resolver el espinoso problema, a consecuencia de la costumbre de los señores que no se resignaban a tener una sola mujer, lo cual redundaba en perjuicio de los pobres, que no hallaban con quien se casar, pues hubo algunos que tuvieron a ciento, ciento cincuenta y hasta doscientas mujeres, y para esto se robaban cuasi a todas las hijas de los principales... y ansí lo que a unos abundaba a otros faltaba [colocando a] los religiosos en gran perplejidad para dar medio o poner remedio en que principiase el matrimonio entre los viejos.14 Fruto de todas esas preocupaciones son los cinco capítulos que destinó Motolinía para esclarecer el asunto y concluye que ha procurado e inquirido saber y poner aquí los ritos y ceremonias que... usaban acerca del matrimonio... e no hay quien dubde, ni dubdamos que esta es infalible conclusión afirmativa.15
En más de tres ocasiones refiere haberlo investigado en Tezcoco, pero también en México, Michoacán, Tlaxcala y La Mixteca, así como entre los otomis, pinoles y mazatecas, hecho que revela el amplio conocimiento que tuvo acerca de las costumbres prehispánicas. Aunque queda fuera de nuestros propósitos analizar estos capítulos, hay un pequeño párrafo que es pertinente examinar porque induce a pensar que este esfuerzo lo realizó Motolinía a mediados de l527, durante su primera estancia como guardián del convento de Tezcoco, donde permaneció hasta el 18 de abril de l529, fecha en que pasó a ocupar el mismo cargo en el convento de Huejotzingo. Volvió nuevamente a Tezcoco unos ocho años más tarde y permaneció allí hasta el l5 de junio de l539.16
Sobre esta base, se puede creer que su investigación acerca del matrimonio debió iniciarla incluso antes de su primera estancia (l527) y continuarla varios años, puesto que no era asunto que admitiese dilación. Ya se dijo que el primer matrimonio cristiano se realizó el 14 de octubre de l526, precisamente en la ciudad de Tezcoco, en la persona de Hernando de Pimentel, hermano del señor de dicha ciudad. Aunque Motolinía relata esta celebración, no se incluye entre los asistentes a ella. Sin embargo, OGorman17 conjetura que su presencia pudo ser posible dada la solemnidad del primer matrimonio novohispano que contraía un indígena, aparte de ser uno de los misioneros que investigaba y escribía sobre asunto tan importante. Debe recordarse también que la reunión con fray Juan de Zumárraga en la que se trató acerca del matrimonio se realizó en 1528; por ello, es posible que Motolinía debió de estar presente en tan importante junta.
Como resultado de sus estudios sobre este asunto, en otra parte de su libro fray Toribio escribe cómo educaron a los indígenas por medio de una imagen del árbol de la consanguinidad, pintado sobre tela o en papel de amate y más tarde en los muros conventuales. Esta imagen fue diseñada especialmente para que los principales señores de esta tierra tomasen conciencia del significado del matrimonio cristiano, pues entonces sólo se casaba a los que se criaban en la casa de Dios.18
Los frutos de la enseñanza por medio del árbol de la consanguinidad se empezaron a ver y poco a poco, de cinco a seis años a esta parte [¿1532-1533?], comenzaron algunos a dejar la muchedumbre de mujeres y repartir con sus criados y con otros.19 Acerca de cómo se valieron de ese árbol lo dice el propio cronista en la siguiente forma:
Para no errar ni quitar a ninguno su legítima mujer, y para no dar a nadie, en lugar de mujer, manceba, había en cada parroquia quien conocía a todos los vecinos, y los que se querían casar venían con todos sus parientes [...y] era cosa de verlos venir, porque muchos de ellos traían un hato de mujeres e hijos como de ovejas, y despedidos los primeros venían otros indios que estaban muy instructos en el matrimonio y en el árbol de la consanguinidad y afinidad; a éstos llamaban los españoles, licenciados, porque lo tenían tan entendido como si hubieran estudiado sobre ello muchos años.20
Desgraciadamente no se conserva un mural con la imagen de un árbol en convento alguno, pero existieron y así lo afirma fray Juan de Torquemada cuando dice que alcanzó a ver todavía uno de ellos que para los parentescos lo tenían pintado, y yo conocí uno en la capilla de San José, entre otras pinturas de los sacramentos.21 Mendieta pasó por alto este asunto.
Un ejemplo importante es la pequeña figura de un arbusto que se encuentra en el grabado de fray Diego Valadés relativo a la evangelización en el atrio, donde se alcanza a ver que un misionero, con una pequeña vara en la mano, señala el árbol al grupo de indígenas reunidos frente a él (foto 8), y Valadés explica el significado en la siguiente forma: De este modo se instruye el examen de los que quieren contraer matrimonio. Los que se encuentran alrededor ocupan el lugar de testigos, quienes recorren el linaje de ambos, tanto por su línea ascendente como por la descendente, en el árbol del parentesco o consanguinidad. Este árbol lo tienen arreglado conforme a sus costumbres y es una cosa digna de verse.22
El problema de la poligamia no se resolvió de inmediato, y si los indígenas adultos se mostraron firmes en sus intenciones no menor fue la tenacidad de los misioneros. Lejos de darse por vencidos, intensificaron sus esfuerzos y aplicaron aquí lo que ya se había hecho en la España judía y musulmana: recogieron a los niños hijos de principales, nobles y gobernantes, aunque sin abandonar a los hijos de la gente común y mucho menos olvidar a los sabios indígenas, porque su influjo sobre la población era evidente y además trataban de contrarrestar las prédicas de los cristianos intrusos. Mas si en la península se conocían a fondo las religiones hebrea y musulmana, en cambio aquí la indígena les era desconocida; tenían, por lo tanto, que vencer y convencer en alguna forma a los pobladores y lo más pronto que fuera posible para erradicar la idolatría. Por ello era imperioso el conocimiento de la religión ancestral, sus ritos, dioses, fiestas, costumbres, en suma todo aquello que constituía el pensamiento religioso.
Antes de proseguir considero necesario e interesante citar en este momento unas palabras del doctor Antonio Garrido Aranda, ya que están relacionadas con el trabajo de los evangelizadores novohispanos. Haciéndose eco de una hipótesis de Robert Ricard, afirma con toda razón que los misioneros aplicaron un sistema que ya se había puesto en práctica en el proceso de cristianización de los moriscos de Granada, sólo que los estudios en esta línea no han sido abundantes, dándose siempre por sentado que el procedimiento y metodología de los misioneros en Nueva España, ante lo novedoso de la experiencia, era el ideal apostólico, en el contexto de la iglesia primitiva.23 Paso a paso señala las semejanzas que hubo entre los métodos granadinos novohispanos. Menciona igualmente algunas diferencias y señala la importancia que tuvo el Primer Concilio mexicano de 1555, el cual, según su opinión, tuvo como antecedente inmediato el celebrado en Guadix el año anterior, y destacó lo siguiente: los concilios y sínodos indianos fueron columna vertebral de la organización eclesiástica secular, y de donde emanaron los movimientos hacia una sistemática evangelización del indígena.24
Coincido con varias de sus opiniones, pero este texto me parece muy discutible, incluso alejado de la realidad, pues los misioneros mendicantes, especialmente los franciscanos, se habían adelantado en unos veinticinco a treinta años por lo menos a las disposiciones conciliares de 1555. Podría aceptarse que influyeron mucho en la actividad de los sacerdotes seculares, tan protegidos por el segundo arzobispo de México, fray Alonso de Montúfar, pero no en lo que se refiere a los frailes. Más aun, podría afirmarse que aquellas disposiciones y la presencia de los sacerdotes seculares vinieron a contrarrestar la actividad misional y oponerse a muchas de las costumbres y normas establecidas por los evangelizadores, que se basaban en el profundo conocimiento que para la fecha del Concilio celebrado treinta años después de su llegada tenían ya del mundo indígena. Incluso, la sistemática evangelización del indígena a que se refiere el autor fue iniciada sólo y únicamente por los frailes, pero no por el clero secular. Hasta puede decirse que, con la secularización, el indígena quedó desamparado en los siglos siguientes, convertido en un individuo ritualista extrovertido.
El trabajo del doctor Garrido es importante por las nuevas luces que aporta al conocimiento de algunos aspectos de la evangelización novohispana, como una continuación de las experiencias conseguidas en la conversión de los moriscos, con las variantes naturales que surgieron aquí al enfrentarse dos civilizaciones tan dispares. Si efectivamente hubo poca novedad en los procedimientos tradicionales puestos en práctica al principio, incluso en la necesidad de aprender las lenguas como allá el hebreo o el árabe, aquí surgieron otros obstáculos de naturaleza distinta, y el principal fue la religión indígena, de la cual no sabían absolutamente nada, así como la excelente educación y preparación que habían recibido los indígenas de las clases altas.
De allí que la destrucción de los ídolos y de los templos sería insuficiente mientras no se destruyera el fundamento religioso que sustentaba las costumbres y el pensamiento de los naturales de la Nueva España. Por lo tanto, fue necesario ir al fondo de los hechos, y esto es precisamente lo que hicieron los franciscanos, al conceder una importancia extraordinaria a la educación de la juventud. Tampoco en este aspecto hubo novedad respecto a lo realizado con los moriscos, puesto que también allá se separó a los hijos de los padres, pero aquí el desarrollo fue distinto por ese desconocimiento de las creencias de los nativos. Sin el conocimiento de la religión ancestral el esfuerzo evangelizador no podría realizarse de manera cabal. En este aspecto fue donde más deben de haber influido los jóvenes indígenas, pues seguramente los sacerdotes-maestros se mostraron, y con toda razón, renuentes a dar cualquier informe que redundaría en perjuicio de sus convicciones.
De alguna manera tendrían que resolver los frailes este obstáculo. Si los viejos nada les dirían, podría ocurrir lo contrario con los jóvenes.
LOS JÓVENES, PRIMEROS INFORMANTES DE LA RELIGIÓN INDÍGENA Y LA CIVILIZACIÓN MESOAMERICANA
Ante el rechazo y la resistencia de los indígenas adultos, especialmente los sacerdotes, para aceptar las predicaciones de los misioneros, éstos se dedicaron a convertir primero a niños y jóvenes. Este hecho puede considerarse uno de los mayores aciertos de los franciscanos (adoptado más tarde por dominicos y agustinos). Así lo atestiguan los historiadores de aquella época. Mendieta escribió al respecto lo siguiente: De cómo esta conversión de los indios fue obrada por medio de niños, conforme al talento que Dios les comunicó,25 y, gracias al menor arraigo de la religión prehispánica en ellos, fueron convencidos con cierta facilidad. El conocimiento de las creencias ancestrales era urgente. Por esta razón establecieron, incluso antes de que estuviera terminado el edificio del convento, las escuelas monásticas para educar a los niños y a los jóvenes en chozas provisionales que les construyeron los indígenas.
De acuerdo con los relatos de los cronistas franciscanos, tales conocimientos empezaron a provenir de los jóvenes educados por ellos, y no hay razón para dudar de su veracidad. Pienso, además, que las investigaciones acerca de lo prehispánico tuvieron que realizarse, por imperiosa necesidad, desde los primeros años de la evangelización, ya que los frailes no podían evadir ni dejar a un lado este asunto que retardaba la implantación de la religión cristiana y se oponía a los esfuerzos de los misioneros. A causa de la persistencia de la idolatría, los frailes no podían conformarse con tener conocimiento de las celebraciones que se escenificaban al amparo de la noche o de la distancia, y recurrían a los niños para que les informaran que había ídolos escondidos aquí y allá. Era necesario saber más de la religión indígena para combatirla. Sahagún relata en epocas palabras las medidas que tomaron: Necesario fue destruir todas las cosas idolátricas, y todos los edificios idolátricos, y aun las costumbres de la república que estaban mezcladas con ritos de idolatría y acompañadas con ceremonias idolátricas, lo cual había en casi todas las costumbres que tenía la república con que se regía, y por esta causa fue necesario desbaratarlo todo y ponerles en otra manera de policía, que no tuviese ningún resabio de cosas de idolatría.26
Ciertas palabras de Motolinía indican que tampoco se las dirían los sacerdotes indígenas. Durante sus intentos por conocer el pensamiento ancestral, se enteró de que los indígenas creían que en el mundo habían ocurrido cuatro etapas y que se vivía actualmente en la quinta era, la del Quinto Sol, la cual acabaría por graves terremotos que destruirían al ser humano. Al interrogar a los sacerdotes acerca de las edades del mundo, según los sabios de esta tierra de Anáhuac, tropieza con un asunto bastante complicado, porque aun para sacar a la luz lo que ha sucedido en esta última edad, ha habido mucha dificultad y trabajo para sacar las flores entre las muchas espinas de fábulas y ficciones y diabólicas ceremonias y abusiones y hechicerías,27 y en seguida intercala un comentario que confirma lo dicho acerca de que los primeros informes sólidos provinieron de algunos jóvenes y no de los niños, porque éstos no podían saberlo, dada su corta edad, y mucho menos de los sacerdotes, conforme podrá deducirse de las palabras que subrayamos y señala cómo estas indagaciones las iniciaron poco después de su llegada:
Tomando al propósito de la cuenta de los años y tiempos de esta quinta edad, adviértase a ella, y tenga memoria, pues con trabajo y dificultad se ha sacado, si agora esta inquisición no se hubiera hecho cuasi luego a los principios que entramos en la tierra se investigó, entonces los naturales no lo osaban decir ni bien declarar, y esto era con intento de [que] sabidos los ritos y ceremonias consultados [se habría de] predicar contra ellos [por los frailes], e agora ya se va todo olvidando, que apenas hay quien sepa declarallo sino a pedazos y otros de oídas, que con oír a unos y a otros se ha alcanzado a saber y concordar muchas cosas que parecían contradecirse y variar.28
En vista de que Motolinía indica claramente cómo esas investigaciones sobre lo prehispánico se hicieron casi luego a los principios de haber llegado y cómo los indígenas se negaban a informarles algo por las consecuencias en su contra que ello implicaba; conjeturamos que debieron iniciarlas en cuanto pudieron hablar la lengua náhuatl quizás entre 1526 y 1530, para ir sacando las flores de entre las muchas espinas, como tan bellamente lo ha dicho Motolinía para calificar los informes obtenidos. Sin embargo, ese agora ya se va todo olvidando más bien indicaría la cautela de los sacerdotes nativos y no su conversión al cristianismo. Por otra parte, estas palabras han servido para culpar a Motolinía de ingenuidad al considerar que él daba por sentado que la religión prehispánica se había desterrado, lo cual no es admisible en un hombre que dedicó parte de su vida a estudiar el pasado del indígena para conocer su modo de pensar y convertirlo. Que haya cometido errores, él mismo lo confiesa en su obra, pero ese calendario que causó tanta irritación en Sahagún no se debe a Motolinía, como acertadamente opina OGorman.29 Se trata de una pieza separada que, por azar del destino, entre el ir y venir del manuscrito, alguien pudo incluirlo en el libro de fray Toribio. Además, como afirma OGorman, la letra es distinta y contiene un enorme número de faltas en la escritura del náhuatl, defecto que no puede haber cometido Motolinía, que conoció esa lengua a la perfección. Bustamante García30 opina que ese calendario índico no podría ser de Motolinía, como piensa Baudot; tampoco puede ser de fray Francisco de las Navas, porque no hay concordancia con su texto. De esta manera persistirá la incógnita.
Los niños muy pequeños no tenían conocimientos o los que poseían eran muy superficiales, pues en el momento de ocurrir la caída de Tenochtitlan acababan de nacer; otros, más grandecillos, habían asistido escasamente un año o dos a la escuela, pero tomaban parte en los ritos ceremoniales, como lo dice el mismo autor al escribir lo siguiente: andan bailando algunos muchachos y niños, hijos de principales, de siete y ocho años, que cantan y bailan con los padres.31
El relato de un suceso que tuvo lugar en Tlaxcala hacia 1525, que fue el primer año que los frailes menores poblaron en la ciudad de Tlaxcala, confirma nuestra idea de que los conocimientos de lo prehispánico provinieron de jóvenes y no de niños. Los pequeñuelos que se educaban en el monasterio mataron a un indio porque iba vestido con las insignias del dios Ometochtli, pero como no supieron identificarlo porque aún no habían estudiado en el calmécac para saber de quién se trataba, tuvieron que preguntar a los que seguían al sacerdote quién era ese dios, a lo que les respondieron que era el dios Umotohtli. Los niños arguyeron que no era dios sino diablo, que os miente y engaña.32 Aunque Motolinía no indica las edades, es obvio que debieron ser cortas: digamos entre los seis y los siete años. El mismo autor relata también otros dos hechos ocurridos ese mismo año de 1525, uno en Tlaxcala y otro en Tezcoco. En cuanto al primero refiere que luego casi a la par en Tlaxcallan comenzaron a derribar y destruir ídolos, y a poner la imagen del crucifijo, y hallaron la imagen de Jesucristo crucificado y de su benditísima madre puestas entre sus ídolos a hora que los cristianos se las habían dado, pensando que a ellas solas adorarían; o fue que como ellos tenían cien dioses, querían tener ciento y uno; pero bien sabían los frailes que los indios adoraban lo que solían.33
Respecto al segundo, escribe que estábase la idolatría tan entera como de antes, hasta que el primero día del año de l525... en Tezcoco, adonde había los más y mayores teocallis [se dio] la primera batalla al demonio... [destruyendo templos e ídolos y] mientras esto no se quitase aprovecharía poco la predicación y el trabajo de los frailes sería en balde.34
Resulta claro que, ante la destrucción de las estatuas y los recintos de los dioses por los evangelizadores, no serían los sacerdotes quienes proporcionarían informes acerca de los secretos que tan celosamente guardaban porque, como vuelve a informar Motolinía, a ellos les era gran fastidio oír la palabra de Dios, y no querían entender en otra cosa sino en darse a vicios y pecados, dándose a sacrificios y fiestas... y dando de comer a los ídolos su propia sangre.35
No es Motolinía el único que se preocupó por querer saber tan pronto como fuera posible las creencias de los mesoamericanos. Sahagún señala igualmente: En este tiempo, como aún los religiosos no sabían la lengua de estos naturales, como mejor podían instruían a los indios hábiles recogidos, para que ellos predicasen delante de los religiosos, al pueblo.36 Un poco más adelante, indica cuán importantes fueron los conocimientos que empezaron a adquirir de ellos. Primeramente dice:
A los principios ayudáronnos grandemente, así los que criábamos en las escuelas, como los que se enseñaban en el patio porque como al tono de lo antiguo criábamos los hijos de los principales dentro de nuestras escuelas estos muchachos sirvieron mucho en este oficio [destrucción de los ídolos], los de dentro de casa ayudaron mucho más, para destripar los ritos idolátricos que de noche se hacían hemos recibido y aún recibimos en la plantación de la fe en estas partes grande ayuda y mucha lumbre de aquellos a quienes hemos enseñado la lengua latina trabajando con ellos dos o tres años, vinieron a entender todas las materias del arte de la Gramática, [a] hablar latín y entenderlo, y a escribir en latín, y aun a hacer versos heroicos yo fui el que los primeros cuatro años con ellos trabajé y los puse en todas las materias de latinidad. como vieron que esto iba delante, comenzaron así los seglares como los eclesiásticos a poner muchas objeciones contra él, para impedirlo 37
los años en que ocurrió la enseñanza de Sahagún en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco generalmente se sitúan entre 1536 y 1540, aunque se prolongaron más tiempo. En otro testimonio importante, fray Bernardino confirma que muchos de esos muchachos grandecillos educados en los conventos fueron los primeros informantes del pensamiento religioso ancestral que habían aprendido
Bien es verdad que algunos de los muchachos que se criaban en nuestras casas, a los principios, porque nos decían las cosas que sus padres hacían de idolatría siendo bautizados, y por ello les castigábamos, los mataban sus padres y otros los castigaban reciamente, y aún ahora, cuando habiendo sabido que pasan algunas cosas dignas de reprensión y castigo, y las reprendemos en los púlpitos, comienzan a rastrear los que las hacen para saber quien fue el que dio noticia de aquello que se reprendió en el púlpito, y casi siempre caen con la persona, y los castigan malamente con solapación y disimulo, cargándoles la mano en los servicios corporales y personales, y haciéndoles otras vejaciones de que los pacientes ni se quejan ni se saben remediar, quéjansenos en secreto, y con habernos conjurado, que ninguna cosa digamos de lo que nos dicen, por no padecer mayores agravios, así tenemos necesidad de callar y encomendar a Dios los negocios para que los remedie.38
Al proporcionar informes a los frailes, los jóvenes violaron la doctrina que los sacerdotes habían atesorado en el transcurso del tiempo; así pues, era obvio que estos últimos reaccionaran contra aquellos por haber traicionado a sus antiguas deidades. Aunque los datos de ambas citas aparecen en un mismo capítulo, es posible que hayan ocurrido en distinto tiempo, precisamente porque se refieren a dos hechos diferentes. Esa mucha lumbre es prueba que equivale a información acerca de los fundamentos religiosos prehispánicos y por ello eran castigados. Esta opinión coincide con lo que dijo Motolinía en torno al mismo asunto, al escribir que los niños les proporcionaban informes importantes: Estos niños que los frailes criaban y enseñaban, salieron muy bonitos y muy hábiles, y tomaban bien la doctrina que enseñaban a otros muchos y además ayudaban mucho, porque descubrían a los frailes los ritos e idolatrías, y muchos secretos de las ceremonias de sus padres, lo cual era gran materia para confundir y predicar [en contra de] sus errores y la ceguedad en que estaban.39
En el prólogo del Libro I, Sahagún opina que
el médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo [sin] que primero conozca de qué humor o de qué causa la enfermedad; de manera que el buen médico conviene sea docto en el conocimiento de las medicina [...así] los predicadores y confesores médicos son de las ánimas, para curar las enfermedades espirituales conviene [que] tengan experiencia el predicador de los vicios de la república y el confesor para saber preguntar lo que conviene Para predicar contra estas cosas... y aun para saber si las hay, menester es de saber cómo las usaban en tiempo de su idolatría [por esto] yo, fray Bernardino de Sahagún escribí doce libros de las cosas divinas, o por mejor decir idolátricas de esta Nueva España
No es necesario pedir mayor claridad ni mayores datos, pues con todo lo anterior se confirma que la ayuda para conocer el pensamiento indígena provino de los jóvenes educados en los monasterios mendicantes. Mas, para comprender mejor cómo fue posible que esos mozos supieran ya los secretos a que se refirieron Motolinía y Sahagún, repetimos la tabulación anterior modificada para iniciarla sólo a partir de 1500 y en ella calculamos las edades y el tiempo hipotético de estudios realizados en el calmécac; de esta manera se tendrá una aproximación acerca de los conocimientos que poseían los jóvenes al ingresar en la escuela establecida por los evangelizadores (cuadro II).
Para facilitar su comprensión escogí también como ingreso a la escuela monástica la edad de cinco años y dí por terminado el funcionamiento de la institución indígena en 1520. Me doy cuenta del error que puede haber al contar el periodo escolar a la manera que lo hacemos en la actualidad y de introducir suposiciones de nuestro tiempo, pero de alguna manera había que hacerlo en ambos cuadros.
Recordemos que la primera hilera señala la fecha de nacimiento de los estudiantes del calmécac a partir de 1500 hasta 1516 únicamente, pues el que nació en este año ya no tuvo oportunidad de estudiar por la invasión española. En la primera columna, la fecha de 1506 indica que un niño terminó su primer año de estudioscuando cuando tenía seis años de edad (1-6). En 1507, ese niño ha terminado su segundo año y tendrá siete años (2-7), etc. De esta manera, se advertirá que el niño nacido en 1506 y que tiene veinte años de edad en 1526 alcanzó a estudiar 9. Un joven de 18 estudió 7 años, etc. Si se sigue el mismo razonamiento, resultará sencillo calcular cuántos años había estudiado un alumno y la edad que tenía en cualquier fecha, y se sabrá cuánto pudieron aprovechar los frailes esos secretos y esa mucha lumbre a que se refieren Motolinía y Sahagún principalmente.
CUADRO II
Tabulación de edades de los alumnos en la que se muestra el grado de conocimientos prehispánicos que pudieron aprovechar los frailes en la evangelización a partir de 1526-1527, una vez aprendida la lengua náhuatl.
Durante este periodo, ocurren hechos fundamentales. En 1520-1521 se interrumpió la educación en los calmécac. En 1526-1527, después de aprender la lengua náhuatl, los franciscanos iniciaron la evangelización organizada de los niños y jóvenes indígenas, y aprovecharon lo que sabían de la religión ancestral. A partir de 1530 los primeros conventos empezaron a funcionar como escuelas, y en 1536 se fundó el colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. En 1520 plaga de sarampión y en 1545-1546 ocurrre una epidemia más grave que devastó a la población indígena. Muere fray Juan de Zumárraga, insigne protector de los indios y de los frailes.
Ahora bien, basados en lo que dicen Sahagún, Motolinía y Durán40 acerca de la excelencia de la educación indígena, creemos que debe de haber sido muy diferente de la europea, ya que ésta no comprendía, por ejemplo, lo que podría considerarse como la enseñanza del arte tal como ocurrió en los calmécac, en los cuales el aprendizaje estuvo graduado de acuerdo con la aplicación y las aptitudes de los alumnos. De este modo fue como adquirieron esa habilidad que causó el asombro y el espanto de los frailes y de los conquistadores, cuando los observaban reproducir cualquier objeto que hacían los oficiales españoles, por lo cual consciente o inconscientemente comparaban estos resultados con los que se obtenían en su país natal. Bastará recordar que la decimocuarta norma del calmécac conservada en la obra de Sahagún indica claramente que los sacerdotes les enseñaban [a los estudiantes] todos los versos del canto, para cantar, que se llamaban divinos cantos, los cuales versos estaban escritos en sus libros por caracteres; y más les enseñaban la astrología indiana, y las interpretaciones de los sueños, y la cuenta de los años.41
Se comprenderá entonces cómo los misioneros pudieron no solamente adquirir de los jóvenes informes acerca de la religión precolombina sino también, al mismo tiempo, disponer de alumnos jóvenes con un entrenamiento artístico comprobado que sólo necesitarían aprender la iconografía cristiana. Es igualmente comprensible que no se conformarían con la conversión de niños y jóvenes, sino que tratarían por todos los medios de conseguir la de los adultos y en especial la de los sacerdotes, por medio de sus alumnos.
APORTE DE LOS ALUMNOS PARA DIFUNDIR LA RELIGIÓN CRISTIANA
Anteriormente se dijo, según las palabras de Mendieta y Torquemada, que la conversión fue obrada por niños y que los niños fueron maestros de los evangelizadores... y los niños fueron predicadores. Estas expresiones no constituyen eufemismo alguno, pues decir que los niños fueron maestros de los frailes no es exageración; también los ayudaron a aprender el náhuatl y a adquirir más profundos conocimientos sobre él después de que iniciaron su estudio con el niño Alonso de Molina, como ya dijimos.
La importancia de la catequesis por los niños no ha sido valorada debidamente. Aunque sólo dispongamos de unos cuantos datos aportados por nuestros tres cronistas franciscanos, trataremos de enfocar el problema del avance de la fe cristiana mediante la cooperación que prestaron a los misioneros. Al referirse Motolinía a los arduos esfuerzos realizados por sus compañeros, proporciona unas cifras hasta cierto grado inaceptables. Así, por ejemplo, menciona que en l536 habían bautizado a unos cinco millones de indígenas.42 Dos años después, en l538, asienta que la cifra era ya de nueve millones de ánimas. Mendieta reporta sólo seis millones de indios bautizados.43
Aparentemente estas cifras de la población indígena y de la bautizada resultan enormes; sin embargo, Sherburne Cook y Woodrow Borah, basados en diversos estudios, calculan que la población contaba en 1518 con unos 25.2 millones de indios, los cuales en 1532 ya habían disminuido a 16.2 millones y en 1548 a 6.3 a consecuencia de la gran epidemia de 1545. Veinte años después, en 1568, la cifra era de sólo 2.65 millones y en 1585 solamente quedaban 1.9 millones en todo el país, debido a los estragos causados por la plaga de 1576-1580, y en 1595 se afirma que los habitantes eran 1.375 millones.44 Estos datos son tan importantes que deben tomarse en cuenta para hacer la historia de la construcción de los conventos y no creer que los grandes edificios monásticos son del último cuarto del siglo xvi, cuando a duras penas sobrevivían poco menos de dos millones de indígenas en todo el territorio.
Como Motolinía terminó su obra entre 1542 y 1545, se comprenderá que los bautizos tuvieron que realizarse antes de la gran epidemia de 1545 que causó estragos en la población, a pesar de que la segunda cobró innumerable víctimas, si los datos de Cook y Borah son ciertos. Por otra parte, no es posible saber si los datos de Motolinía son exactos o exagerados. Independientemente de que unos y otros cálculos sean correctos, nos interesa examinarlos para ver cómo es posible explicar esa factibilidad con relación al trabajo que representó la celebración de los bautizos, tema al que fray Toribio dedica cierta extensión debido a los problemas que se suscitaron en contra de los franciscanos, atacados por algunos religiosos al considerar que violaron los reglamentos por simplificar el ceremonial.
Según el recuento de frailes hecho por Pedro Borges,45 había en la Nueva España unos ciento sesenta misioneros franciscanos hacia l540, lo que daría un promedio de cuatro frailes por convento. Motolinía, en cambio, dice que en 1536 sólo había cuarenta sacerdotes en activo, cifra muy pequeña, y que unos murieron o volvieron a España y otros más estaban enfermos.46 La cifra de Motolinía nos parece excesivamente pequeña.
Un documento fechado en 1559 y publicado en las Cartas de Indias47 cita la existencia de ochenta conventos franciscanos atendidos por trescientos ochenta frailes; las casas dominicas eran cuarenta, con doscientos diez frailes, y los agustinos tenían el mismo número de conventos y de misioneros. Nos basaremos en la cifra citada por Motolinía, pero si la de Borges fuera la correcta el trabajo se simplificaría sólo un poco más, ya que el promedio aumenta a 4.75.
Si se efectúan ahora unos cálculos tomando en cuenta la población bautizada por el número de frailes que indica Motolinía respecto a 1536, se obtendrán los siguientes datos:
5000000 ÷ 10 años ÷ 40 frailes = 12500 bautizos por año ÷ 360 días =34.7 por día.
Si ahora se toma la cifra de nueve millones y se aceptan los quince años señalados por Motolinía, los resultados serán:
9000000 ÷ l5 ÷ 40 = 15000 bautizos por año ÷ 360 días = 41.6 por día.
Esta cantidad de bautizos por año, aceptando que fuesen tan pocos frailes, como los que por alguna razón calculó Motolinía, parecen una enorme tarea, aunque debe recordarse que los trabajos cotidianos de los misioneros fueron realmente agotadores; por otra parte, aun simplificando el ritual como lo hicieron los franciscanos, se verá que no pudieron bastarse por sí solos, puesto que antes de celebrar el sacramento del bautismo era necesario adoctrinar a los jóvenes y a los adultos, en especial a éstos que, como ya vimos, no aceptaban tan fácilmente lo que se les predicaba. ¿Cómo, entonces, pudo Motolinía afirmar tal cosa?
La respuesta puede estar en lo que dijeron Mendieta y Torquemada: que la conversión fue obrada por medio de niños, conforme al talento que el Señor les comunicó.48 Si en efecto existió ese apoyo, habrá que preguntarse en qué forma se manifestó. En varias ocasiones, los cronistas relatan que los muchachos salían a predicar a los pueblos o se encargaban de enseñar a los niños, jóvenes y adultos en la escuela externa o atrial e intervenían en diversas formas para aligerar la carga de sus evangelizadores. Por lo tanto, cabe pensar que se pudo preparar a un cierto número de catequistas para que se encargaran de impartir los conocimientos doctrinarios fundamentales, en tanto que los frailes sólo celebrarían la ceremonia del bautismo con cada uno de los indígenas en forma simplificada o no, según lo permitían los cánones.
Tomemos pues un promedio hipotético de cincuenta jóvenes predicadores por convento y la primera cifra de cinco millones, así como esos diez años que transcurrieron entre 1525 y 1537,49 fecha en que según Motolinía tenían ya doce conventos (y cuarenta en l540). Sencillos cálculos arrojarán los siguientes resultados:
12 conventos x 50 catequistas = 600 jóvenes ayudantes, y 5000000 ÷ 600 ÷ 10 años = 833 indios catequizados por año.
Si se toman ahora las cifras mayores de Motolinía, o sea, los nueve millones y los quince años citados (l525-1540), y conservamos la misma cifra de catequistas, pero aumentamos a cuarenta los conventos, tendremos:
40 x 50 = 2000 ayudantes, y 9000000 ÷ l5 años ÷ 2000 ayudantes = 300 indios enseñados por año.
Los cálculos anteriores dan una idea cercana a lo que puede haber ocurrido y de la ayuda que recibieron los misioneros de los jóvenes que se educaban en los monasterios, puesto que los dos o tres frailes por monasterio encargados de la doctrina no podrían bastarse a sí mismos.
Ése pudo ser el camino utilizado para propagar la doctrina. De igual modo, se destruyeron infinidad de templos e ídolos de las deidades, como los de Tezcoco, donde, según Motolinía, había los más y mayores teocallis o templos del demonio y más llenos de ídolos y muy servidos de papas y ministros.50De la demolición de los edificios prehispánicos se obtuvieron los materiales necesarios para construir las iglesias y conventos, como los explica fray Toribio en el siguiente párrafo: Yendo la cosa adelante, para hacer las iglesias comenzaron a echar mano de sus teocallis para sacar de ellos piedra y madera, y de esta manera quedaron desollados y derribados: y los ídolos de piedra, de los cuales había infinitos, no sólo escaparon quebrados y hechos pedazos, pero vinieron a servir de cimientos para las iglesias; y como había algunos muy grandes, venían lo mejor del mundo para cimiento de tan grande y santa obra.51
Para dar una idea de lo que significó el trabajo misional, incluimos en seguida una lista de las labores de los frailes entresacada de los datos dispersos en varias fuentes, pero sobre todo de las de Motolinía, Sahagún, Mendieta y Torquemada.
ALGUNAS TAREAS DESEMPEÑADAS POR LOS MISIONEROS.
1. Celebración de los oficios religiosos.
2. Aprendizaje de las lenguas indígenas.
3. Construcción de conventos e iglesias pueblerinas.
4. Enseñanza más avanzada a los alumnos de la escuela interna.
5. Enseñanza de la doctrina a niños y adultos en la escuela externa (atrio).
6. Investigación de las costumbres y el pensamiento religioso de los indígenas.
7. Búsqueda de idolatrías y destrucción de obras prehispánicas.
8. Adiestramiento de jóvenes para predicar en los pueblos.
9. Enseñanza de oficios mecánicos en algunos conventos.
10. Planeación y dirección de las pinturas conventuales y de la labor escultórica.
11. Cuidado de enfermos y de hospitales, donde los hubo.
12. Realización de las fiestas de las parroquias y desarraigo de las fiestas viejas o ancestrales.
13. Atención de las necesidades de los indígenas.
14. Celebración de confesiones, bautizos, matrimonios.
15. Velación y entierro de muertos.
16. Organización y administración de pueblos.
17. Elaboración de ordenanzas para regir a la población en algunos sitios.
18. Cuidado de la alimentación de los estudiantes y de los constructores de los conventos.
19. Lectura de libros, oración y meditación.
20. Asistencia a los capítulos trienales y otras reuniones.
2l. Redacción de informes a priores y provinciales.
22. Intercambio de experiencias en los trabajos misionales.
23. Contribución para la redacción de doctrinas.
24. Adiestramiento de los frailes recién venidos y enseñanza de lenguas.
25. Visitas periódicas a los pueblos circunvecinos.
Aun cuando varias de estas actividades no ocurrían de manera simultánea, algunas se realizaban diariamente, como la celebración de la misa, la enseñanza de la doctrina a los niños internos y a los externos, la vigilancia de las obras de construcción de los conventos e iglesias pueblerinas, así como la de las obras pictóricas una vez que se había terminado un edificio. Incluso pensamos que habrá más de un aspecto que se nos escapó, pues realmente el trabajo desempeñado por los evangelizadores fue tan extenuante que poco tiempo libre podía quedarles al terminar el día. Ante tantas tareas, no pocos misioneros optaron por regresar a España, según algunas narraciones de Motolinía, Mendieta o Torquemada.
LAS ESCUELAS CONVENTUALES Y EL INFLUJO DE LA EDUCACIÓN PREHISPÁNICA. LOS TEMAS DE ESTUDIO.
Siguiendo las tradiciones de la educación monástica europea, los franciscanos fundaron dos tipos de escuela: la interna y la externa. Son los historiadores franciscanos Motolinía, Mendieta y Torquemada quienes proporcionan mejores y mayores datos que, aunque aislados, permiten establecer sin duda lugar a dudas la existencia de esos centros educativos. La escuela interna existió en casi todos los conventos importantes por el número de sus habitantes y en ella se educaba con esmero a los niños nobles, puesto que ellos serían quienes, más tarde, se encargarían de ayudar a los evangelizadores en las tareas de difundir la doctrina cristiana y convencer a los adultos.
Como no se conocía otro mejor, el sistema educativo estuvo basado, en parte, en algunas de las materias del trivio y el cuadrivio. El primero comprendía los estudios de gramática, lógica y retórica. El segundo abarcaba música, geometría, astronomía y aritmética (a la que llamaron aprender a contar). Desde luego, no fue posible impartir todas estas materias en los conventos novohispanos, pero sí las principales, según refiere Sahagún.52 Los niños plebeyos que se educaban en el exterior iban diariamente dos o tres horas para aprender la doctrina, canto y nociones de escritura y aritmética, para después ir a ayudar a sus padres. Por otro lado, también recurrieron a algunos de los aspectos de la educación precolombina, según se verá adelante.
Aparte de estos centros educativos, los franciscanos contaron con otros dos fundamentales, cuyos estudios se hallaban mejor organizados, pues contaban con planes más avanzados, y en los cuales se preparaba a los colaboradores de los frailes. En la escuela de San José de los Naturales, situada en el núcleo del convento franciscano de la ciudad de México, se enseñaban diversos oficios, necesarios tanto para la república de los indios a efecto de que éstos pudieran valerse por sí mismos en la vida, como para los propios frailes, con planes proyectados en torno al desarrollo de las actividades de evangelización y de ornamentación de los edificios. La otra escuela, que puede considerarse de estudios superiores, estuvo en el convento de Santiago Tlatelolco y fue de carácter más bien humanista, pues en ella se impartieron, aparte del trivio y el cuadrivio, incluso cursos de filosofía. Con esta institución los franciscanos pretendieron preparar sacerdotes nativos, pero el intento fracasó por prematuro.53 En cuanto a los dominicos, no hay noticia de que hayan tenido un establecimiento escolar semejante al franciscano, aunque esto no prueba que no lo haya habido, puesto que las tres órdenes seguían el mismo sistema. Los agustinos, aparte de las conventuales, tuvieron una escuela en la ciudad de México y una de artes y oficios en el pueblo de Tiripitío, Michoacán, que con cierta exageración llegaron a considerar la Atenas de América.
Aparte de lo que aprendieron inicialmente los misioneros franciscanos acerca de la religión prehispánica, se enteraron también del sistema educativo implantado en los telpochcalli y en los calmécac, escuelas en las cuales había normas que superaban a las europeas de aquella época. Los informes que aquéllos recibieron de los jóvenes que habían asistido a esos centros educativos impresionaron tanto a los misioneros, que éstos no dudaron en poner en práctica algunos de sus métodos, al comprobar en sus alumnos la vivacidad de ingenio, la facilidad con que aprendían cuanto se les enseñaba, la gran capacidad para memorizar (repetían fácilmente partes de la doctrina, oraciones, autos sacramentales y cantos religiosos después de escucharlos o leerlos una sola vez), etc. Lo mismo ocurrió en los aspectos artísticos que estudiaremos más tarde. Sahagún no tuvo empacho en confesarlo al resumir en unas cuantas páginas de su obra su sincera admiración por el sistema educativo prehispánico.
En no pocas ocasiones ese mismo historiador incurre en algunas contradicciones, pues mientras por un lado alaba el candor, la inteligencia y la habilidad de los indígenas, por otro en el siguiente párrafo se queja de sus defectos y de la desesperanza que lo acongoja en las postrimerías de su vida al considerar que los esfuerzos de los evangelizadores habían servido de poco, ya que las idolatrías persistían y los castigos que se hacen no son de manera que el negocio se remedie, antes de manera que se empeora.54 Frisaba ya los 76 años y sufría en ese momento por los estragos que causaba la epidemia de 1576 en la población indígena. Se dolía de la indiferencia de los españoles; veladamente acusaba o incriminaba al virrey Martín Enríquez de Almanza (1568-1580) y a Felipe II, por lo poco que hacían para ayudar a los vasallos de la Nueva España, los cuales siempre van en disminución.55 Todo esto quedó sintetizado en su Relación del autor digna de ser notada y de la cual dice don Ángel María Garibay:
Es nada menos que el ensayo más antiguo que tenemos en la literatura de la Nueva España tocante al fracaso de la introducción de la cultura occidental. No entra, por consiguiente, en el cuadro de la historia propiamente dicha, pero tiene tales juicios y tales visiones del futuro, que solamente la incomprensión, o la ignorancia, han hecho que se dejara a un lado. Leer este largo excurso del franciscano es sentir la herida en el alma del que se duele de los tremendos cataclismos de la Historia en todo lugar y en todo tiempo.56
En varias partes de la Relación, expresa el autor el efecto que provocó en los franciscanos el conocimiento de lo indígena y, más todavía, la forma en que los nativos educaban a niños y a jóvenes, pues los criaban con gran rigor, hasta que eran adultos, y esto no en casa de sus padres, porque no eran poderosos para criarlos.57 Y en otra parte expone lo que para ellos fue un hecho importante: Buen tino tuvieron los habitantes de esta tierra antiguos, en que criaban sus hijos e hijas con la potencia de la república y no los dejaban criar a sus padres, y si aquella manera no estuviera tan inficionada con ritos y supersticiones idolátricas, paréceme que era muy buena y si limpiada de todo lo idolátrico... y haciéndola del todo cristiana, se introdujera en esta república indiana y española, cierto sería gran bien.58
Sugiere aquí la posibilidad de implantar este sistema tan acertado, porque era esta manera de regir muy conforme con la Filosofía Natural y Moral, a la cual llegaron los indígenas después de largos ensayos, pues la vida les enseñó por experiencia a estos naturales, que para vivir moral y virtuosamente era necesario el rigor y [la] austeridad.59 La cautela inicial de los primeros años en la evangelización se encuentra superada, como lo hemos visto en cita anterior, cuando se afirma que se adoptaron varias de las normas ancestrales hecho que ocurrió en época temprana, a los principios en el interior de los conventos donde dormían y se criaban los indígenas, por lo cual podemos inferir que esto ya fue consecuencia del fruto de las investigaciones iniciales emprendidas por algunos de los misioneros como Motolinía, entre los primeros, así como el propio fray Bernardino, quien llegó en l529. Seguramente adoptaron algunas de las normas indígenas, en lugar de las españolas que ellos conocían, después de establecer las debidas comparaciones y, a pesar de que algunos frailes tenían ya cierta experiencia educativa en España, hallaron que los indígenas habían logrado un régimen mucho mejor integrado en varios aspectos.
Sin embargo, no obstante haber conocido las excelencias de la educación indígena y del rigor aplicado a los estudiantes, los frailes no se atrevieron a utilizar el duro sistema de castigos. Por el contrario, ejercieron con ellos la blandura y la piedad que entre nosotros se usa [...y], porque comían mejor de lo que acostumbraban en su república antigua y a causa también de que entre los evangelizadores no siempre hubo maestros muy solícitos.60 Por estas y otras razones, la educación monástica vino a menos, según informa el propio Sahagún. Con dolor, confiesa tardíamente, pues lo hace cuando la epidemia de 1576-1580 causaba estragos en los indígenas: Ya tampoco nosotros nos podemos apoderar con los que se crían en las escuelas, porque como no tienen aquel temor y sujeción que antiguamente tenían, ni los criamos con aquel rigor y austeridad [...con] que se criaban en tiempo de su idolatría, no se sujetan ni se enseñan, ni toman lo que los enseñan, como si estuvieran en aquella empresa pesada los viejos antiguos.61
Nuevamente se advierte aquí la pena sentida por el historiador y resalta su honradez al señalar que no toda la culpa es de los indios, sino también de los frailes que, al no comprender del todo la naturaleza débil del hombre, y por estar habituados al sistema español, no implantaron la extrema rigidez ni la austeridad a que estuvieron acostumbrados los indígenas. Pero en descargo de hombres como Valencia, Motolinía, Sahagún, Olmos y tantos otros es justo señalar que la tarea que se echaron a cuestas fue demasiado ambiciosa que abarcaron un territorio enorme, principalmente los franciscanos, y que el número de frailes siempre fue pequeño para predicar a los millones de seres que habitaron el territorio de Mesoamérica, a pesar de la ayuda que recibieron de sus alumnos. Tampoco se debe olvidar la actividad de los sabios indígenas, antiguos sacerdotes, en aras de contrarrestar, hasta donde les fuera posible, los progresos de las predicaciones de los evangelizadores.
No hay en las crónicas una descripción exacta ni completa de cuanto estudiaron niños y jóvenes; sin embargo, mediante la lectura de varias de ellas se puede conseguir una idea cercana a la realidad de la enseñanza impartida entonces. Como el objetivo era la cristianización de los indios, la enseñanza de la doctrina era primordial.
A los alumnos externos se les enseñaba a signarse y santiguarse, así como el Padre Nuestro, el Ave María, el Credo y los Mandamientos, la Salve y los artículos de la fe, principalmente. Los niños que estudiaban en el interior del convento o casa, como le llamaron con frecuencia, recibían una enseñanza más avanzada y estudios más formales, pues disponían de mayor tiempo. Según Mendieta, Todo esto en latín (por no saber los religiosos su lengua ni tener intérpretes que lo volviesen a ella): lo demás que podían por señas (como mudos) se los daban a entender.62. Es obvio que lo anterior ocurrió muy al principio, pues en cuanto fueron conociendo las principales lenguas, el latín se enseñó sólo en los dos conventos de México, especialmente en el de Santiago Tlatelolco, y quien inició el curso de gramática, que a esto equivalía el latín en aquella época, fue fray Arnaldo de Basacio, de nación francés, doctísimo varón y gran lengua de los indios.63
Una vez que los frailes aprendieron el náhuatl, la doctrina cristiana se impartió en esta lengua Y con esta inteligencia y con ayuda de los más hábiles de sus discípulos, que estaban ya muy informados en las cosas de la fe, tradujeron lo principal de la doctrina cristiana en lengua mexicana, y pusiéronla en un canto llano muy gracioso que sirvió de un buen reclamo para atraer gente a la deprender.64
Entre las varias doctrinas que hubo por mandato de fray Juan de Zumárraga, fray Alonso de Molina compuso una de las principales, publicada el día 20 de abril de 1546.65
De acuerdo con Motolinía, los indios que estudiaban en las escuelas resultaron hábiles escribanos:
porque en pocos días que escriben luego contrahacen la materia que les dan sus maestros, y si el maestro les muda la forma de escribir, como es cosa común que diversos hombres hacen diversas formas de letras, luego ellos también mudan la letra y la hacen de la forma que les da su maestro. En el segundo año que los comenzamos a enseñar dieron por muestra una bula a un muchacho de Tezcoco y sacola tan al natural que la letra que hizo parecía el mismo modelo, porque el primer renglón era de letra grande y abajo sacó la firma ni más ni menos, y un I.H.S., con una imagen de Nuestra Señora, todo tan al propio que parecía no haber diferencia del molde a la letra.66
Las anteriores palabras y las de otros autores indican de manera indudable cómo los esfuerzos de los frailes fructificaban ampliamente en la enseñanza de los niños, quienes reproducían sin problemas el sistema de escritura e incluso elaboraban una especie de manuscritos iluminados. Un ejemplo probable, aunque quizás tardío, de esta actividad pudo haber sido el Códice florentino de fray Bernardino de Sahagún, iluminado por los alumnos de los franciscanos. Agrega Mendieta: Y los religiosos les ayudaron harto a salir escribanos, porque los ocupaban a la continua en escribir libros y tratados que componían o trasuntaban [traducían] de latín o de romance en sus lenguas de ellos. Yo llevé el año de 70 [1570], que fui a España, un libro del Contemptus mundi, vuelto en lengua mexicana, escrito de letra de indio, tan bien formada, igual y graciosa, que ningún molde pudiera dar más contento a la vista.67
La música fue otra materia de gran importancia en el sistema educativo de los conventos de la Nueva España, a la que fueron muy aficionados los indígenas, antes de la evangelización y después de ella. Motolinía refiere cómo un indio cantor de Tlaxcala compuso una misa por puro ingenio, y la han oído hartos españoles cantores, buenos cantantes; y dicen que no le falta nada aunque no es muy prima.68
Relata igualmente cómo unos ministriles peninsulares enseñaron música a los indios de varios pueblos mediante la paga correspondiente, e yo oí afirmar a estos menestriles españoles, que lo que estos indios naturales aprendieron en dos meses, no lo deprendían en España españoles en dos años.69
En varias ocasiones, el mismo autor compara a los alumnos indígenas con los jóvenes españoles; casi siempre toca a éstos la peor parte porque aquéllos aprendían con una rapidez extraordinaria. El hecho de que los estudiantes de los conventos aprendiesen música en un lapso mucho más corto que en España no era un milagro, sino el fruto de una enseñanza perfectamente conducida y programada, ya que desde muy pequeños habían sido educados en la música, el canto y el baile; por esta razón no les costó gran trabajo integrarse a una nueva concepción musical bajo la dirección de los frailes. Solamente fue necesario encauzarlos un poco para que demostrasen sus facultades; algo semejante ocurrió en otros aspectos artísticos, como con la pintura, todo lo cual es claro reflejo de los métodos aprendidos en la casa del canto o cuicacalli y en los calmécac:
El tercer año añade Mendieta los pusieron en el canto, algunos se reían y burlaban de los que los enseñaban, y otros los estorbaban diciendo que no saldrían con ello porque así parecían desentonados ya que mostraban tener flacas voces. Y la verdad no las tienen comúnmente, ni las pueden tener tan recias ni tan suaves como las de los españoles, andando (como andan) descalzos y mal arropados, comiendo pocas y flacas viandas. Pero como hay muchos en que escoger, siempre hay buenas capillas y algunos son contrabajos, altos, tenores y tiples que pueden competir con los escogidos de las iglesias catedrales... el primero que les enseñó el canto, juntamente con fray Pedro de Gante, fue un venerable sacerdote viejo, llamado fray Juan Caro... de tal manera que no sólo aprendieron y salieron con el canto llano, mas también con el canto de órgano. Y después acá unos a otros se lo van enseñando.70
Los niños y, más tarde, los adultos aprendieron a tocar diversos instrumentos y en algunas ocasiones ellos mismos los fabricaron. Los más comunes fueron las flautas, chirimías, orlos, vihuelas, cornetas, bajones, atabales, rabeles, guitarras, cítaras, discantes, arpas y monocordios. Algunos incluso llegaron a componer villancicos en canto de órgano a cuatro voces y algunas misas y otras obras que, mostradas a diestros cantores españoles, decían ser de escogidos juicios y no creían que pudiesen ser de indios.71
Por su parte, fray Pedro de Gante afirma que
toda su adoración de ellos a sus dioses era cantar y bailar delante dellos, porque cuando habían de sacrificar algunos por alguna cosa, ansí por alcanzar victoria de sus enemigos, o por temporales necesidades antes que los matasen habían de danzar delante del ídolo y como yo vi esto, y que todos sus cantares eran dedicados a sus dioses, compuse un cantar muy solemne sobre la ley de Dios y de la fe, y cómo Dios se hizo hombre por salvar el linaje humano, y cómo nació de la Virgen María, quedando ella pura y entera, y esto poco más o menos dos meses antes de la Natividad de Cristo, y díles libreas para pintar en sus mantas para bailar con ellas, porque ansí se usaba entre ellos; conforme a los bailes y a los cantares que ellos usaban ansí se vestían de alegría o de luto o de victoria.72
Con el ceremonial anterior, Gante trató de llamar la atención de los adultos para después atraer sus conciencias. Fray Gerónimo de Mendieta menciona que en las escuelas conventuales enseñaron a los niños la retórica, con el objeto de prepararlos para que ellos mismos predicaran en sus pueblos cuanto les habían enseñado los frailes:
y eran muy fieles y verdaderos, y en extremo hábiles; que no solamente decían lo que los frailes les mandaban, más aun añadían mucho más, confutando con vivas razones que habían deprendido, reprehendiendo y reprobando los errores, ritos e idolatrías de sus padres, declarándoles la fe en un solo Dios, y enseñándoles cómo habían estado engañados en grandes errores y ceguedades, teniendo por dioses a los demonios enemigos del linaje humano.73
Para esto, a determinadas horas eran examinados los niños por sus mentores para comprobar sus conocimientos y la forma en que se expresaban, así como su forma de razonar. Una vez aprobados, los pequeños salían a predicar por parejas a los pueblos vecinos y en algunas ocasiones eran acompañados por algún fraile. Se volvía a implantar la práctica impuesta en los primeros tiempos del franciscanismo europeo del siglo xiii.74
En cuanto a la duración de los estudios, las crónicas no dicen nada al respecto. Se habla hasta de un tercer año y nada más. Tampoco se mencionan los horarios; sin embargo, en el Códice franciscano hay dos cartas de fray Pedro de Gante dirigidas a Felipe II en 1558, y por ellas nos enteramos de que
la orden que con ellos se ha tenido es que luego de mañana cantaban y rezaban luego oían su misa y luego entraban a leer y enseñar a leer y escribir, y algunos a cantar los más hábiles aprendían la doctrina de coro, ansí como son Artículos y Mandamientos, con lo demás para enseñar y predicar en los pueblos y a las aldeas y entrábanse a comer, y dadas las gracias cantaban el Oficio de Finados por la semana y el viernes los salmos penitenciales y el sábado Canticum gradum, y descansaban un rato y después entraban a leer hasta Vísperas, las cuales acabadas tenían otro ejercicio de media hora y después de cenar decían sus Completas luego tenían sermón hasta las ocho, donde se ensayaban para ver quién era más hábil para ir a predicar a los pueblos los domingos y fiestas de guardar, y los sábados ||los enviaban de dos en dos a predicar.75
Aparentemente, los alumnos de los conventos estaban sujetos a un gran número de tareas. Sin embargo, comparado este sistema con el que tenían las escuelas prehispánicas del calmécac y el telpochcalli, no era tan duro y hasta resultaba bondadoso, al decir de Bernardino de Sahagún.76 Lo más importante reside en la ayuda que prestaron esos jóvenes al ir a predicar la doctrina a otros pueblos, y, como ya se ha visto páginas atrás, a ellos se debió gran parte del éxito logrado por los misioneros en la evangelización de la Nueva España a lo largo de unas cinco o seis décadas.
El tema de la enseñanza y aprendizaje de las artes mecánicas será examinado en el capítulo XI, dedicado a los pintores de conventos.
1 Motolinía, Memoriales, p. 38.
2 Ibid., p. 39.
3Ibid., p. 125. (Las cursivas son mías.)
4 Ibid., p. 228.
5 Mendieta, Historia, p. 606.
6 Ibid., 224.
7 Motolinía, Memoriales, p. 118.
8 Ibid., p. 120.
9 Ibid., p. 146.
10 Ibid., p. 149. (Las cursivas son mías.)
11 Torquemada, Monarquía, t. III, p. 240.
12Mendieta, Historia, p. 302.
13Torquemada, Monarquía, t. III, p. 195.
14Motolinía, Memoriales, p. 320.
15Ibid., p. 326.
16 OGorman, apud, Motolinía, Memoriales, p. CV.
17 Ibid., pp. CV, 320.
18 Ibid., p. 142.
19 Ibid., p. 149.
20 Ibid., p. 150.
21 Torquemada, Monarquía, t. II, p. 193.
22 Palomera, Valadés, pp. 146-147.
23 Garrido Aranda, Moriscos e indios, p. 10.
24 Ibid., p 98. (Las cursivas son mías.)
25 Mendieta, Historia, p. 221.
26 Sahagún, Historia, lib. IX, Relación del autor, p. 579.
27 Motolinía, Memoriales, pp. 388-389.
28 Ibid., p. 384. (Las cursivas son mías.)
29 OGorman, en Memoriales, p. 54.
30 Bustamante García, Fray Bernardino de Sahagún, pp. 312, 471.
31 Motolinía, Memoriales, p. 384.
32 Ibid., pp. 249-250.
33 Ibid., p. 35.
34 Ibid., pp. 34-36.
35 Ibid., p. 32.
36 Sahagún, Historia, Relación del autor, lib. X, p. 579.
37 Ibid., pp. 581, 583. (Las cursivas son mías.)
38 Ibid., p. 582.
39 Motolinía, Memoriales, p. 31. (Las cursivas son mías.)
40 Durán, Historia, t., I, p. 191; Sahagún, Historia, lib. IV, cap. Xl, p. 403; Motolinía, Memoriales, p. 235.
41 Sahagún, Historia, lib. III, cap. VIII, p. 214.
42 Motolinía, Memoriales, p. 122.
43 Mendieta, Historia, p. 275.
44 Cook y Borah, Estudios sobre la población, t. III, p. [13].
45 Borges, El envío de misioneros, pp. 481-483.
46 Motolinía, Memoriales, p. 122.
47 Cartas de Indias, t. I. pp. 141-142.
48 Mendieta, Historia, p. 202. Torquemada, Monarquía, t. III, p. 66.
49Motolinía, Memoriales, p. 35. Es posible que el número de frailes haya sido mayor, con lo cual se facilitarían las tareas.
50 Ibid., pp. 116, 202.
51 Ibid., 202.
52 Sahagún, Historia, lib. X, Relación del autor, p. 578.
53 Ibid., p. 579.
54 Ibid., p. 582.
55 Idem.
56 Garibay, en Sahagún, Historia, Introducción al libro X, p. 538.
57 Sahagún, Historia, lib. X, Relación del autor, p. 580.
58 Ibid., p. 578.
59 Ibid., p. 580.
60 Idem.
61 Idem.
62 Mendieta, Historia, p. 218.
63 Ibid., p. 414.
64 Ibid., pp. 224-225.
65 Códice franciscano, p. 30.
66 Motolinía, Historia, p. 169.
67 Mendieta, Historia, p. 411.
68 Motolinía, Memoriales, p. 237.
69 Ibid., p. 238.
70 Ibid., p. 412.
71 Ibid., pp. 412-413.
72 Códice franciscano, p. 214.
73 Mendieta, Historia, p. 411.
74 García Villoslada, Historia de la Iglesia, t. II, p. 662.
75 Códice franciscano, pp. 205, 213.
76 Sahagún, Historia, lib. X, Relación del autor, p. 580.